CABALLO DE MONTE

Para entender el tipo de caballo que tenemos en casa, lo primero es echar un ojo al tipo de terreno al que tienen que adaptarse. Aquí soltamos los animales a la sierra de Ordunte, una cadena montañosa formada por catorce cumbres, de las cuales nueve pasan de los mil metros de altitud. Concretamente la zona que más frecuentamos va desde el monte Burgüeno hasta el Baljerri.


El clima de esta zona es húmedo y lluvioso, con temperaturas moderadas en verano y frescas en invierno. Es una zona con un índice alto de lluvias, que se acentúan en los meses cercanos al cambio del invierno a la primavera y disminuyen sin llegar a desaparecer en los meses estivales. Cabe destacar la incidencia de niebla especialmente entre invierno y primavera, con la humedad que conlleva.


En cuanto a la vegetación, son típicos los bosques formados mayormente por hayedos, robledales y avellanedas acompañados de matorrales formados principalmente por madroños, brezales y zarzales. Los pastizales están compuestos en su mayoría por plantas como el pelo de lobo y acompañados de cervuno en las zonas próximas a las cumbres.


Teniendo en cuenta estas características tanto del terreno como del clima, se entiende que los animales que vayan a vivir, al menos unos meses, afincados en esos montes tienen que ser animales rústicos que aguanten bien la humedad y el frío y que no tengan una necesidad de alimentación muy exigente.


Por este motivo, los caballos que tenemos en casa son caballos mucho más recogidos en tamaño que los burguetes o los hispanobretones de pura raza. El caballo hispanobretón se creó cruzando caballos españoles con caballos bretones (de ahí el nombre de la raza) para satisfacer las necesidades agrarias en zonas montañosas antes de la etapa de mecanización que hubo en la década de los 60, momento histórico en el que dejaron de usarse para el trabajo y su cría pasó a centrarse prácticamente en su totalidad en la producción cárnica. Los burguetes, por su parte, provienen de cruzar ejemplares de la raza jaca navarra con ejemplares bretones. Las yeguas (y el caballo) de casa, en cambio, son resultado de cruce yeguas monchinas, que son las típicas de la zona de las encartaciones y cercanías con caballos buenos tipo burguete o hispanobretón.


En líneas generales, nuestros animales son caballos que se crían totalmente en extensivo, bajándolos en los momentos más crudos del invierno a zonas más bajas que la sierra en la que viven todo el año. Salvo situaciones puntuales de escasez no se suplementa la alimentación.


Hoy en día están muy de moda los caballos excesivamente grandes y es habitual, sobre todo en ferias, ver ejemplares de las razas cárnicas como las que hemos mencionado más arriba exageradamente grandes, voluminosos y, a mi forma de verlo, poco funcionales (especialmente a la hora de alimentarlos). En casa enfocamos nuestra cría equina hacia un tipo de yegua rústica, que se mantenga bien en el monte sin necesidad de estar encima ya sea por el clima como por la alimentación y que tenga facilidad de cría y de parto.


Por último pero no menos importante, tenemos muy en cuenta el carácter de los ejemplares que criamos y mantenemos ya que al igual que con las vacas buscamos animales de muy fácil manejo y muy sociables.